viernes, 5 de agosto de 2011

Televergüenza

Hay días en los que, desde mi mundo iluso, no puedo entender que en los telediarios se pueda hablar de fútbol, de violencia de género o del tiempo en nuestras playas. La brutalidad de algunas imágenes que nos están mostrando sobre la situación en Somalia y Etiopía debería congelar todos nuestros caprichosos deseos, nuestras superficiales necesidades, nuestras más defendibles exigencias e incluso nuestras ansias de información. ¿Qué coño importa hoy que haya carteristas en el metro de Madrid o que vaya a llover en el norte o que en tal Festival de Música se lo estén pasando de muerte?
No entiendo que los países “desarrollados”, sus políticos, sus medios de comunicación, o incluso sus habitantes, no se paralicen, no se avergüencen, no se horroricen. ¿Cuánto vale aparecer un minuto en un telediario? ¿Qué tipo de noticias suben la audiencia? ¿Qué tipo de noticias quieren ver los televidentes para no cambiar de cadena? ¿Cómo puede permitirse una televisión dar una noticia de un niño de 7 años que agoniza tirado en el suelo por la polio y la falta de alimento (pesa 7kg en vez de los 30 que debería a su edad), y tres minutos después, la presentadora saque su mejor sonrisa cómplice para anunciar que no sé qué princesa inglesa ha sido declarada la más elegante del mundo? ¿No le dan ganas de vomitar?
Me sé la respuesta pero tengo derecho al pataleo, y si me da la gana, puedo pedir para mi sociedad utópica un telediario unitemático que ante ciertos hechos vergonzosos se posicione y consiga que en días como el de hoy dejemos un poquito de lado la burbujita en la que vivimos y hagamos un poquito de autocrítica.

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