miércoles, 16 de noviembre de 2011

Lo de Santutxu (1ª parte)

Leo, observo y asisto a las reacciones en periódicos, televisiones y en la gente en general tras lo sucedido hace dos días en Santutxu y confirmo que en esta ciudad somos más de pueblo que las amapolas, lo cual tiene su parte buena y la otra, esa que hace que una se avergüence un poquito de lo que le rodea.
Lo bueno que tiene Bilbao es que es pequeñito, que si no conoces a la persona directamente, conoces a alguien que la conoce. Por eso, en este caso, y especialmente con este profesor, con un historial de persona conciliadora y comprometida más allá de lo profesional con la educación y por lo tanto, digna de toda mi admiración, el golpe ha sido terrible. Gente de mi trabajo lo conocía, compañeras de mi hija habían sido alumnas de Kepa, y en general el barrio entero sabía de su especial compromiso. Esto hace que de alguna manera la ciudad entera se convierta en una gran familia que se solidariza y llora la pérdida inesperada e injusta de uno de sus miembros y eso, sin duda, es reconfortante.
También es natural que quienes han asistido a la tragedia, quienes han visto a un tipo, cuchillo en mano, dejando un rastro de sangre tras acuchillar a 7 personas, sufran y perciban este suceso como uno de los más o él más traumático de sus vidas. Hasta ahí lo entiendo.
Pero luego vienen las reacciones de instituciones y medios de información, los que se supone deberían de analizar lo acontecido con una perspectiva diferente, dejando a un lado las emociones y ajustándose a las posibles causas y consecuencias del hecho, y te da la risa, y de paso, la indignación.
Mi hija casi me mata cuando hablábamos sobre el tema y se me escapó un “pobre…” refiriéndome al asesino al que yo entiendo como una simple víctima de su enfermedad. Al joven iraní le dio por salir con un cuchillo y agredir a otras personas como le podría haber dado por quitarse la vida. No tenía nada contra ellas, no se trataba de una pelea, no las agredió para robarles, ni por diversión o por juego, tampoco había razones racistas o de venganza y por mucho que nos duela, el asesinato de Kepa es tan casual como cualquier otro accidente que pudiera haberle sucedido en su casa o en la calle. Es una muerte injusta ( en realidad, como todas, a mi modo de ver), pero inevitable y esporádica por mucho que la haya provocado una persona.
Pero claro, a la televisión y a los periódicos les gusta el morbo, revolver y especular y son capaces de dedicar programas enteros a hablar del tema e incluso a sugerir y hacer hincapié en la alarma creada en el barrio, en el miedo. También intentan confundir, soltar informaciones no contrastadas (se confirma que no tenía antecedentes policiales) y resaltar su condición de inmigrante. Y no digamos el Alcalde. Tiene que reaccionar y dar una respuesta a la ciudadanía. Todo es política, TODO, y más a una semana de las elecciones. Le ha dado por personarse como acusación particular y convocar una concentración de repulsa.
( seguimos mañana…..)

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