lunes, 14 de noviembre de 2011

Quienes luchan por mí

Hace poco pillé un cachito de documental donde una señora presentaba a la cámara los 50 gatos que cuidaba. Confesaba que gastaba en ellos unos 2.000 euros mensuales, pero que lo hacía encantada porque, igual que ella se preocupaba por su bienestar, sentía que ellos, de alguna forma, también le ayudaban a sobrellevar esta vida. En un momento dado el entrevistador le hacía la pregunta que seguro muchos televidentes tendrían en sus cabezas, a saber, si , teniendo en cuenta la situación desesperada que muchas personas sufrían en los países menos desarrollados y, probablemente también, a la vuelta de su casa, no creía que sería más ético dedicar ese dinero y esos cuidados, a esas personas desfavorecidas antes que a unos animales. Ella sin dudarlo ni un instante contestaba muy segura: “Mira, en el mundo hay gente para todo. Yo cuido gatos porque me gustan y seguramente, si no lo hiciera, no haría nada, que es precisamente lo que hace la mayoría de la gente”.

No había más que añadir. La mayoría, en la que yo me encuentro, no hacemos nada. Nos limitamos a gastar nuestro tiempo y dinero en nosotros mismos y como mucho, un buen día nos animamos a ayudar a un amigo a hacer una mudanza o a resolver un papeleo, en muchos casos, con la idea subconsciente o consciente de que en el futuro esa gran hazaña sea recompensada. Esa suele ser nuestra contribución a la mejora de este mundo, mirar por nuestro propio culo.


Por eso llevo desde el miércoles sin poder quitarme de la cabeza dos palabras que salieron de la boca de un amigo mientras nos tomábamos un vino en un bar (una vez más haciendo nuestra pequeña aportación a la mejora de este mundo). Junto a nosotros había un grupo, una reunión de gente del 15M, entre los cuales se encontraba un conocido mío. Estaban cuando llegamos y allí continuaron hablando de política hasta que llamaron nuestra atención y pasaron a ser objeto de nuestra conversación con una media sonrisa. Fue entonces cuando uno de los amigos con los que estaba, al que, por otro lado, aprecio mucho, soltó un “qué pereza”. Desde entonces estoy preguntándome a qué se refería y desde entonces estoy arrepintiéndome de no haberle preguntado qué sentido tenían sus palabras y, sobre todo, qué cosas no le daban pereza a él ya que intuí que el comentario iba dirigido más a las personas que a lo aburrido o no que pueda ser una conversación sobre política.
Siento una admiración enorme por la gente que desinteresadamente debate, estudia, discute, denuncia, sale a la calle o hace lo que sea para mejorar esta sociedad, mi sociedad, la tuya y la de mi amigo, aunque yo no forme parte ( todavía) de su tribu, pero por supuesto, lo que no consiento y me indigna es que alguien de nuestra tribu, de los parásitos, de los apáticos, de los indiferentes, se permita la osadía de criticar a los que sí lo hacen.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Suscribo todo. Si, todo. Este fin de semana hice un trabajo de colaboración y me harté de oir comentarios del tipo: "Vete a saber a donde va ese dinero", o "Yo tengo que comer también". Prefiero la gente que simplemente argumenta que no quiere hacer nada gratis por nadie que no sea de su entorno. Al menos los ves venir.

    ResponderEliminar