Hoy tengo que hablar obligatoriamente de mi tema favorito, de la intromisión de la Iglesia católica en nuestras vidas , en nuestra educación y en nuestras libertades, y en la ofensa que supone a mi inteligencia que los dirigentes de esa Iglesia vengan a darme lecciones de moralidad. Y lo hago porque ayer recibí la llamada indignada de mi hermanita M. que, después de escuchar la vergonzosa presentación de un representante de la iglesia en unas Jornadas sobre Salud en Lisboa, me pedía, una vez más , que investigara sobre la posibilidad de apostatar, sobre la posibilidad de que la Iglesia borre mi nombre y el suyo para siempre de sus archivos, libros, ficheros o lo que sean. Al parecer, después de escuchar algunas intervenciones de otros ponentes, que sí incidieron en los abusos sexuales a niños por parte de curas y educadores pertenecientes a esta modélica iglesia , este señor, si podemos llamarle así, se dedicó a alabar el papel de la Iglesia en la investigación contra el Sida y a condenar el contagio vertical de la enfermedad y el aborto, obviando impunemente los crímenes de los que es culpable o, como mínimo, cómplice, por silenciarlos y de ese modo, justificarlos.
Y otro día os cuento los problemas, por no decir la imposibilidad que existe para apostatar, porque hoy estoy muy radical, cada vez más radical, es viernes y lo que hoy necesitamos es una cancioncita censurada.
Y otro día os cuento los problemas, por no decir la imposibilidad que existe para apostatar, porque hoy estoy muy radical, cada vez más radical, es viernes y lo que hoy necesitamos es una cancioncita censurada.