lunes, 28 de noviembre de 2011

Bertsoafaria en Hika

El otro día comentando con la señorita C (tantos años fuera de la tierra que le vio nacer...) nuestros respectivos planes para el fin de semana, le dije que, por primera vez, iba a asistir a una bertsoafari. Ella al momento me preguntó: ¿Qué es eso, ah, como una cronomamada?Seguramente alguien habrá que no sepa tampoco qué es esta "fiesta" que se hace en mi pueblo pero sí, es lo que su propio nombre indica y os aseguro que no tiene nada que ver con la bertsoafari.

Para quienes no controlan ni una palabra de euskera les aclaro que afaria significa cena y bertso, sólo hay que tener un poquito de imaginación para transformarlo en verso. En una bertsoafari se presentan al menos una pareja de bertsolaris y hacen lo que saben hacer con más o menos acierto y que consiste en improvisar versos sobre temas que se dan en el momento, y sobre personas que asisten a la cena. Esto se hace cantando pero, digamos que una buena voz y una perfecta entonación no es lo que más esperas escuchar en una sesión de éstas. Lo que más se premia y se aplaude es el ingenio, la capacidad de responder con gracia al último bertso que hizo el o la otra bertsolari.

Evidentemente necesitas tener un nivel alto de euskera si quieres entender palabra por palabra lo que se contestan pero si quieres tener una experiencia y comer bien con gente maja, basta con que te rías o sonrías según el caso, cuando lo hacen los demás.

Resumiendo, dí gracias porque yo no fuera blanco de sus versos y disfruté mucho pero no creo que repita salvo que me meta a un intensivo otra vez de euskera...


martes, 22 de noviembre de 2011

Erecciones 20N (del porqué algunos botaban tan raro)

Para nadie pasó desarpecibida la extraña demostración de "botar" que hicieron los y las PPeras en su particular podium tras la victoria electoral de su partido. Sin embargo, no era la primera vez que ocurría. Rajoy con anterioridad ya había tenido que disculparse por su solitario frikibote, en un mitín en Málaga, alegando en aquel momento que "puedo hacerlo más ( repetir EL bote) porque estoy en forma, pero no me parece apropiado en estos momentos hacer exhibiciones".

No era de extrañar por ello que su séquito, sus fans, sus hordas, esperaran con ansiedad que su mandamás demostrara un verdadero entusiasmo y les deleitara con una exhibición de buena forma tras el escandoloso éxito conseguido el domingo. Al grito de "que bote, que bote" Rajoy intentó efectivamente demostrar su buena forma pero de nuevo, sólo le salió un, EL frikibote.

No había más que ver sus caras y las de los tertulianos de su cadena de televisión favorita, para saber que en este caso la excusa era obvia y por otro lado comprensible. No me imagino lo que debe ser tener un país entero en tus manos para hacer con él lo que se quiera durante al menos cuatro años.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Lo de Santutxu (2ª parte)

Entonces aparece nuestro superhéroe, el protector de los indefensos, nuestro alcalde, y se estruja la cabeza intentando evitar que esta situación le salpique y castigue a su partido, y de paso rentabilizarla para arañar unos votitos. Y se le ocurren tres grandes ideas.
Primero convoca una concentración de condena a la que yo no asisto porque no entiendo. Podrá ser una concentración de apoyo a los familiares y víctimas o, si se quiere, un homenaje, pero no una manifestación de condena porque para eso hace falta que al otro lado de quienes están manifestándose haya una situación a mejorar (si hubiera habido un error de alguna institución o autoridad) o un grupo de gente contrarios a la condena, y que yo sepa, nadie apoya un suceso como éste.
Luego dice que se persona como acusación particular. ¿Si? ¿De verdad es esto necesario? ¿No vale con que el fiscal y el juez hagan su trabajo? ¿Se trata de intentar machacarle? Entiendo que la posición del Ayuntamiento debe quedar clara en casos de violencia de género o en el caso de la violencia etarra, por ejemplo, pero ¿para qué sumar acusaciones en este caso? Pues yo no quiero pagar de mi dinero esto, que conste al menos, aunque nada pueda hacer.
Y por último, la gran frase que llenó al completo la portada del El Correo: “Un señor no puede ir por la calle con un cuchillo de 17 centímetros” En serio, ¿es una frase que le ha salido sin más o ha pensado más de tres minutos para decir semejante estupidez? Señor Azkuna, ¿y qué propone? ¿Brigadas en cada portal revisándonos cuando salimos por la mañana a trabajar, para que no llevemos cuchillo? ¿Y si me quiero hacer un bocata en el monte? Igual debería haber completado su frase: “Un señor no puede ir por la calle con un cuchillo de 17 centímetros si está pensando en acuchillar con él a los transeúntes”. Pues mire, eso nunca lo va a saber y menos evitar. El problema es que su mente xenófoba o la que quiere mostrar a sus votantes, está pensando en otra clase de “señores” y confundiendo churras con merinas, y en este punto, sólo puedo entender que lo hace intencionadamente para anunciar su particular guerra al navajero (que suena a música celestial, es decir, a votos, entre los ciudadanos que identifican navajeros y marroquíes) ¿Pero tiene algo que ver este suceso de Santutxu con su guerra? Para tranquilizar a la ciudadanía habría bastado con informarles de que tienen muchas más posibilidades de morir en un accidente de tráfico o incluso en manos de su pareja que a manos de otro iraní desquiciado, pero claro, eso no vende tanto.


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Lo de Santutxu (1ª parte)

Leo, observo y asisto a las reacciones en periódicos, televisiones y en la gente en general tras lo sucedido hace dos días en Santutxu y confirmo que en esta ciudad somos más de pueblo que las amapolas, lo cual tiene su parte buena y la otra, esa que hace que una se avergüence un poquito de lo que le rodea.
Lo bueno que tiene Bilbao es que es pequeñito, que si no conoces a la persona directamente, conoces a alguien que la conoce. Por eso, en este caso, y especialmente con este profesor, con un historial de persona conciliadora y comprometida más allá de lo profesional con la educación y por lo tanto, digna de toda mi admiración, el golpe ha sido terrible. Gente de mi trabajo lo conocía, compañeras de mi hija habían sido alumnas de Kepa, y en general el barrio entero sabía de su especial compromiso. Esto hace que de alguna manera la ciudad entera se convierta en una gran familia que se solidariza y llora la pérdida inesperada e injusta de uno de sus miembros y eso, sin duda, es reconfortante.
También es natural que quienes han asistido a la tragedia, quienes han visto a un tipo, cuchillo en mano, dejando un rastro de sangre tras acuchillar a 7 personas, sufran y perciban este suceso como uno de los más o él más traumático de sus vidas. Hasta ahí lo entiendo.
Pero luego vienen las reacciones de instituciones y medios de información, los que se supone deberían de analizar lo acontecido con una perspectiva diferente, dejando a un lado las emociones y ajustándose a las posibles causas y consecuencias del hecho, y te da la risa, y de paso, la indignación.
Mi hija casi me mata cuando hablábamos sobre el tema y se me escapó un “pobre…” refiriéndome al asesino al que yo entiendo como una simple víctima de su enfermedad. Al joven iraní le dio por salir con un cuchillo y agredir a otras personas como le podría haber dado por quitarse la vida. No tenía nada contra ellas, no se trataba de una pelea, no las agredió para robarles, ni por diversión o por juego, tampoco había razones racistas o de venganza y por mucho que nos duela, el asesinato de Kepa es tan casual como cualquier otro accidente que pudiera haberle sucedido en su casa o en la calle. Es una muerte injusta ( en realidad, como todas, a mi modo de ver), pero inevitable y esporádica por mucho que la haya provocado una persona.
Pero claro, a la televisión y a los periódicos les gusta el morbo, revolver y especular y son capaces de dedicar programas enteros a hablar del tema e incluso a sugerir y hacer hincapié en la alarma creada en el barrio, en el miedo. También intentan confundir, soltar informaciones no contrastadas (se confirma que no tenía antecedentes policiales) y resaltar su condición de inmigrante. Y no digamos el Alcalde. Tiene que reaccionar y dar una respuesta a la ciudadanía. Todo es política, TODO, y más a una semana de las elecciones. Le ha dado por personarse como acusación particular y convocar una concentración de repulsa.
( seguimos mañana…..)

lunes, 14 de noviembre de 2011

Quienes luchan por mí

Hace poco pillé un cachito de documental donde una señora presentaba a la cámara los 50 gatos que cuidaba. Confesaba que gastaba en ellos unos 2.000 euros mensuales, pero que lo hacía encantada porque, igual que ella se preocupaba por su bienestar, sentía que ellos, de alguna forma, también le ayudaban a sobrellevar esta vida. En un momento dado el entrevistador le hacía la pregunta que seguro muchos televidentes tendrían en sus cabezas, a saber, si , teniendo en cuenta la situación desesperada que muchas personas sufrían en los países menos desarrollados y, probablemente también, a la vuelta de su casa, no creía que sería más ético dedicar ese dinero y esos cuidados, a esas personas desfavorecidas antes que a unos animales. Ella sin dudarlo ni un instante contestaba muy segura: “Mira, en el mundo hay gente para todo. Yo cuido gatos porque me gustan y seguramente, si no lo hiciera, no haría nada, que es precisamente lo que hace la mayoría de la gente”.

No había más que añadir. La mayoría, en la que yo me encuentro, no hacemos nada. Nos limitamos a gastar nuestro tiempo y dinero en nosotros mismos y como mucho, un buen día nos animamos a ayudar a un amigo a hacer una mudanza o a resolver un papeleo, en muchos casos, con la idea subconsciente o consciente de que en el futuro esa gran hazaña sea recompensada. Esa suele ser nuestra contribución a la mejora de este mundo, mirar por nuestro propio culo.


Por eso llevo desde el miércoles sin poder quitarme de la cabeza dos palabras que salieron de la boca de un amigo mientras nos tomábamos un vino en un bar (una vez más haciendo nuestra pequeña aportación a la mejora de este mundo). Junto a nosotros había un grupo, una reunión de gente del 15M, entre los cuales se encontraba un conocido mío. Estaban cuando llegamos y allí continuaron hablando de política hasta que llamaron nuestra atención y pasaron a ser objeto de nuestra conversación con una media sonrisa. Fue entonces cuando uno de los amigos con los que estaba, al que, por otro lado, aprecio mucho, soltó un “qué pereza”. Desde entonces estoy preguntándome a qué se refería y desde entonces estoy arrepintiéndome de no haberle preguntado qué sentido tenían sus palabras y, sobre todo, qué cosas no le daban pereza a él ya que intuí que el comentario iba dirigido más a las personas que a lo aburrido o no que pueda ser una conversación sobre política.
Siento una admiración enorme por la gente que desinteresadamente debate, estudia, discute, denuncia, sale a la calle o hace lo que sea para mejorar esta sociedad, mi sociedad, la tuya y la de mi amigo, aunque yo no forme parte ( todavía) de su tribu, pero por supuesto, lo que no consiento y me indigna es que alguien de nuestra tribu, de los parásitos, de los apáticos, de los indiferentes, se permita la osadía de criticar a los que sí lo hacen.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Stacey Kent, la dama de cristal



De nuevo en este precioso teatro para ver a una de las mejores y sobre todo más dulces cantantes de jazz del mundo mundial. Es fácil dejarse llevar por esas canciones fáciles de escuchar, melódicas y muchas de ellas conocidas, sin embargo, es probable que lo más cautivador de ella, además de esa voz aniñada y sensual que amenaza con romperse por momentos, sea su maravillosa actitud hacia el público, dándole las gracias constantemente y con una sonrisa perpetua y juguetona en su cara que delataba que ella estaba disfrutando tanto como nosotros.

Habló mucho, en varios idiomas(en realidad, aterrizó en Europa para estudiar idiomas y un master de literatura comparada), inglés sobre todo, pero también francés y portugués, divertida y maravillada de que la entendiéramos y pidiendo disculpas por no controlar, también, el español.

Por supuesto todo el público accedió encantado a cantar, a tararear con ella el último tema, una manera muy elegante de decirnos adiós y que no insistiéramos en que siguiera cantando.

Lo cierto es que sólo faltó para que el concierto fuera perfecto, un sofá en el que recostarte, la gente que quieres a tu lado (sólo había parte), y un roncito en la mano, o, teniendo en cuenta que centró casi todo su repertorio en la bossa nova, una rica caipirinha.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Abusos policiales

Ayer me pasé por las Jornadas que organizaba SOS Racismo en el centro cívico de San Francisco bajo el título "Abusos policiales de carácter racista". Iba, sobre todo, con la curiosidad de abogada, con la idea de aprender técnicas, prácticas, actitudes para reaccionar en esos casos. Pero como siempre, la vida real y un testimonio contado por su protagonista y víctima resultan mucho más impactantes que cualquier ejemplo hipotético. Uno de los ponentes, africano, se enfrentaba por primera vez a un micrófono y a una sala bastante concurrida para contar su experiencia. Lleva diez años en España y cinco trabajando en montaje. Comenzó su relato con humildad confesando que eso de hablar ante público le imponía pero aun así supongo que necesitaba contar lo que efectivamente le había llevado hasta allí.


Deza, acababa de llegar de Valladolid donde había estado trabajando durante varios días. Llegaba contento con la idea de reencontrarse con sus amigos y cenar algo por ahí. Tenía que aparcar el coche y la pura casualidad le llevó a encontrar un sitio en la calle Dos de Mayo. Quienes vivimos por allí sabemos que la zona alta de la calle suele estar "caliente", hay tensión entre grupos de africanos y magrebíes y la vecindad anda también revuelta. Aparcó su coche enfrente de unos policías que estaban haciendo controles no se sabe si como consecuencia de alguna investigación o si, como es habitual, se trataba de un control intimidatorio, de una simple y repugnante demostración de su poder. Deza se encontró entonces con un amigo y ambos se metieron al coche a escuchar música. Un poli inactivo ( siempre suelen actuar en grupos) se dirigió a él casi inmediatamente: "Oye, cierra las ventanillas o apaga la música que esto no es ninguna discoteca". Deza, obediente, optó por cerrar las ventanillas y a su entender, esto descolocó al policía que posiblemente esperaba una reacción distinta. No contento, volvió a dirigirse a él de nuevo indicándole que, al salir del coche y volver a entrar para coger un zumo que tenía en el maletero, se le había quedado enganchado el cinturón. Deza, en esta ocasión, no hizo caso pues, como sabiamente apuntó a quienes estábamos escuchando, entendía que eso era su problema, que no creía que fuera una infracción de ningún tipo. Entonces se percató de que otro poli que asistía a la escena no le quitaba ojo, con tanta insistencia que aunque intentó evitarlo, sus miradas por un momento se encontraron. Él y su amigo ante el ambiente hostil que se sentía en la zona decidieron abandonar el coche pero al salir el otro poli inactivo y con, al parecer, ganas de pelea le increpó: "Qué miras, cara de mono!" En ese momento, Deza, comenzó a ponerse nervioso, a balbucear, tratando de controlar las emociones que le invadían al recordar el momento. "No podía creer lo que había oído. En ninguna parte me habían tratado de esa forma, ni en Francia. Jamás había pensado que un policía fuera capaz de eso. Para mí los policías eran personas al servicio de los ciudadanos"


A partir de ahí, las cosas se fueron complicando. Deza advirtió al policía que le denunciaría porque no podía permitir que alguien le insultara de esa manera, a lo que éste respondió poniéndole contra la pared: "No me digas, pues mira, quedas detenido. Esta noche vas a pasar la noche en el calabozo y cuando salgas mejor que te vayas al sur y vuelvas a cruzar la valla y te vuelvas a tu país." Mientras decía esto golpeaba sus tobillos. "Yo no soy tonto, una cosa es abrirte de piernas y otra darte patadas, me revolví como pude para tratar de pedirle que dejara de hacerlo y entonces me dió una patada en mis genitales, me tiró al suelo poniéndome una rodilla en el cuello con tanta fuerza que aunque nunca en mi vida había pedido socorro, tuve que hacerlo porque creí que me ahogaba, que iba a morir allí mismo, tirado en la calle".


Despues de eso Deza nos resumió cómo decidió denunciar lo sucedido, cómo se desarrolló el juicio, en el que obviamente declararon como testigos del policía sus otros compañeros, cómo su valentía, se castigó con la condena a una pena de 9 meses de prisión y cómo su confianza en el cuerpo policial y judicial se había quebrado para siempre y su dignidad había quedado machacada. Para entonces, sus palabras salían a duras penas, entrecortadas, amenazando con echarse a llorar de un momento a otro: "Lo siento, no puedo seguir...."


Os confieso que para entonces, yo también estaba con lágrimas en los ojos y agradecí que la sala comenzara a aplaudir.