domingo, 13 de noviembre de 2011

Stacey Kent, la dama de cristal



De nuevo en este precioso teatro para ver a una de las mejores y sobre todo más dulces cantantes de jazz del mundo mundial. Es fácil dejarse llevar por esas canciones fáciles de escuchar, melódicas y muchas de ellas conocidas, sin embargo, es probable que lo más cautivador de ella, además de esa voz aniñada y sensual que amenaza con romperse por momentos, sea su maravillosa actitud hacia el público, dándole las gracias constantemente y con una sonrisa perpetua y juguetona en su cara que delataba que ella estaba disfrutando tanto como nosotros.

Habló mucho, en varios idiomas(en realidad, aterrizó en Europa para estudiar idiomas y un master de literatura comparada), inglés sobre todo, pero también francés y portugués, divertida y maravillada de que la entendiéramos y pidiendo disculpas por no controlar, también, el español.

Por supuesto todo el público accedió encantado a cantar, a tararear con ella el último tema, una manera muy elegante de decirnos adiós y que no insistiéramos en que siguiera cantando.

Lo cierto es que sólo faltó para que el concierto fuera perfecto, un sofá en el que recostarte, la gente que quieres a tu lado (sólo había parte), y un roncito en la mano, o, teniendo en cuenta que centró casi todo su repertorio en la bossa nova, una rica caipirinha.

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