Ayer se fueron mi hermanita y mi sobri, recién nacida, para su casa. Tan lejos, tan lejos, que no podemos verla crecer, ni calmarle cuando llora, ni echarles una mano para cuidarla, y que ella y el señorito D. puedan descansar de vez en cuando.
Poco se puede hacer para remediar eso, pero hoy escuchando a un monstruo, Tom Waits, me he acordado de la nana más bonita y casi seguro, la más hipnótica que jamás he escuchado, Lullaby. Se la dejo para los malos momentos.
Una cosa lleva a la otra, y así, no he podido evitar acordarme de otra, que aprendí de pequeña, en euskera, evidentemente, no en los brazos de mi madre, que no lo habla. He buscado desesperadamente una versión que me gustara pero es difícil que las nanas no pierdan su esencia cuando son cantadas ante un público que no es un bebé. Estaba a punto de desistir cuando de repente me he encontrado a Plácido Domingo cantando la nana, MI nana, Haurtxo Polita, junto a su madre que, casualmente, es de Guetaria. No es exactamente lo que quería pero la ocasión me ha parecido más entrañable, más íntima y más real que cualquier otra.
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