El viernes pasado, invitadas por un buen amigo, mi hermana y yo fuimos a la Sociedad Filarmónica a ver qué nos ofrecía este pianista de jazz y si andaban por allí los socios rancios de esta nuestra querida sociedad pija. Había una mezcla divertida de gente. Los progres, hippies e intelectuales dispuestos a oir al pianista y el resto, los socios de la Filarmónica, que tenían derecho a una cantidad limitada de entradas aunque no fueran ellos quienes organizaban el concierto.
Al entrar en nuestro asiento, por descuido rocé la cabellera de una señorona que con una sonrisa (menos mal) me dijo: Ehh, cuidado, que venimos de la pelu! A mí me dieron ganas de contestarle: Cuidado tenga usted, que lleva tanta laca que ha estado a punto de rayarme mi Gucci. Pero me callé, la señora me había caído bien. Y sonreía. Puede que hubiese tomado algo porque minutos más tarde la vi caer en un profundo estado de relajación. Vamos, que se quedó dormida.
Fue un placer escuchar a este monstruo al que se compara con Bill Evans y que ha tenido el privilegio (eso dice el señorito R) de tocar con Pat Metheny, pero sobre todo fue un placer ver por primera vez en el escenario un tipo sin chaqué, con una camiseta de algodón y un pedazo tatuaje que le ocupaba todo el antebrazo, interpretando sus propias creaciones.
Yo a esta gente la veo como no-humana, tan lejos de mí y de mis capacidades que nunca me siento capaz de hacer un crítica medianamente constructiva, pero si sirve como opinión, digo (igual que en otras ocasiones lo he dicho con otros solistas) que ahora mismo cambiaría todo lo que tengo, incluido mi trabajo asegurado de por vida y excluidas las personas que quiero, por tener la manos y la cabeza de Brad Mehldau.
Que envidiaaaaaa!!!
ResponderEliminarMuy adecuada la comparación con Bill Evans. Aunque entre Brad Mehldau y Lyle Mays me cuesta escoger, creo que ambos están mas allá del bien y del mal.