En el Ayuntamiento ofrecen un curso titulado El cuento del amor: Mitos del romanticismo y desigualdad . Es un taller para mujeres y hombres que intuyen que, detrás de la idea del amor en la que nos hemos educado, se oculta un sistema de prejuicios que nos condiciona y perjudica a unas y otros. Se trata de desmitificar ese amor trágico, romántico, que entre otras cosas ha contribuido a crear los mitos de la media naranja y un modelo de “príncipe azul” que también reprime a los hombres.
El romanticismo nos engaña, nos confunde, intenta hacer pasar por amor verdadero, actitudes y comportamientos, a veces con consecuencias muy dañinas, que no son más que exageraciones fruto,a menudo, de nuestras propias carencias: sin ti mi vida no tiene sentido, renunciaría a todo por estar a tu lado y bla, bla, bla.
Como dije el otro día, las cosas que aprendes, que se adhieren a tu piel y a tu cabeza durante años es difícil quitárselas de encima, por eso, aunque he conseguido librarme de la parte dañina de esa idea del amor sigo emocionándome con esas declaraciones y demostraciones ñoñas, cursis del amor romántico que a veces se escuchan. Hace poco salió en la televisión que la calzada de una calle de Sevilla había aparecido llena de pintadas que decían “te quiero” en diferentes idiomas. Mi hermana me contó que en su barrio una mañana el coche de una chica apareció totalmente cubierto por post-its que decían lo mismo. Y en una ocasión mi amor se hizo diez horas de bus de sábado a domingo para venir a una fiesta y darme un sorpresa ( eso sí es amor verdadero)
En Roma asistí, por supuesto en la Fontana de Trevi, a una petición de mano en toda regla con hincada de rodilla y anillo incluido. Fue alucinante ver las caras de emoción de los protagonistas y cómo toda la plaza, contagiada, se ponía a dar grito y a aplaudir a la parejita. Me encantó comprobar una vez más que las cosas van cambiando y que fue precisamente el chico el que, después de abrazar a la novia, emocionado, se puso a llorar como un niño.
El romanticismo nos engaña, nos confunde, intenta hacer pasar por amor verdadero, actitudes y comportamientos, a veces con consecuencias muy dañinas, que no son más que exageraciones fruto,a menudo, de nuestras propias carencias: sin ti mi vida no tiene sentido, renunciaría a todo por estar a tu lado y bla, bla, bla.
Como dije el otro día, las cosas que aprendes, que se adhieren a tu piel y a tu cabeza durante años es difícil quitárselas de encima, por eso, aunque he conseguido librarme de la parte dañina de esa idea del amor sigo emocionándome con esas declaraciones y demostraciones ñoñas, cursis del amor romántico que a veces se escuchan. Hace poco salió en la televisión que la calzada de una calle de Sevilla había aparecido llena de pintadas que decían “te quiero” en diferentes idiomas. Mi hermana me contó que en su barrio una mañana el coche de una chica apareció totalmente cubierto por post-its que decían lo mismo. Y en una ocasión mi amor se hizo diez horas de bus de sábado a domingo para venir a una fiesta y darme un sorpresa ( eso sí es amor verdadero)
En Roma asistí, por supuesto en la Fontana de Trevi, a una petición de mano en toda regla con hincada de rodilla y anillo incluido. Fue alucinante ver las caras de emoción de los protagonistas y cómo toda la plaza, contagiada, se ponía a dar grito y a aplaudir a la parejita. Me encantó comprobar una vez más que las cosas van cambiando y que fue precisamente el chico el que, después de abrazar a la novia, emocionado, se puso a llorar como un niño.
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