Mis dos razones: la consciente y la inconsciente. Empiezo por la consciente aunque sé, soy consciente de que esa no existiría sin la inconsciente, de que es ésta la que más peso tiene aunque nunca queramos admitirlo, la que hace que dé forma a la consciente, la que hace que me crea que he sido yo la que ha tomado la decisión.
Razón consciente: no quería dejar pasar la oportunidad de jugar a ser madre. Cuando una se percata de que lo que le enseñaron los curas es un gran timo, de que no existe ese sitio donde todos íbamos a vivir felices después de la muerte haciendo lo que nos diera la gana, el mundo se te cae encima, sólo tienes UNA vida y te agobias pensando en todas las cosas que tienes que probar, se te empiezan a acumular las experiencias que quisieras vivir: viajar en un velero, trabajar de detective, de periodista, poniendo copas, de arqueóloga, en un puticlub, en una pastelería, en la Bolsa; tener una casa rural, vivir en una tribu amazónica, en un kibutz, en una isla del pacífico; dar conciertos por todo el mundo, hacer surf….. Querrías vivirlo todo aunque sea por temporadas. Unas son imposibles, otras difíciles, otras exigen renuncias y esfuerzos como lo exige ser madre, la diferencia está en esas otras no están subvencionadas, ni aplaudidas ni esperadas por tu familia ni la sociedad. No son "lo normal".
Razón inconsciente: yo, como todas y todos, he sido educada en la exaltación de la maternidad-paternidad. No hace falta irse a sociedades ni mujeres marginales como decía el otro día el señor R. El mes pasado una sicóloga, una universitaria, le dijo a la señorita C. que si se sentía vacía era porque a su vida, le faltaba una cosa, ser madre. He tratado de, con mis limitadas capacidades, bucear en internet para encontrar un documental, el único que seguramente existe, donde madres, creo que suecas, y si no suecas, noruegas, hablan con verdadero asombro y tristeza sobre lo que ha supuesto en sus vidas la maternidad. Lo vi hace montón de años después de haber decidido ser madre. No digo que hubiese cambiado de opinión pero me dejó tocada y pensé en el por qué de que no se hablara más a menudo de aquellos “insignificantes” inconvenientes.
La maternidad no sólo se presenta como una meta en la vida de una mujer sino como culminación del amor en pareja. Y lo llevamos tan incrustado, tan encastrado en nuestras mentes que, a pesar de toda mi argumentación y de lo claro que lo tengo, el otro día me asombré y tuve que enfadarme conmigo misma al descubrir escondido en lo más profundo de mi cerebro un pensamiento: “¿Sería tan desastroso tener un hijo ahora?”.
Definitivamente necesito ayuda especializada.