El otro día, el padre de mis hijos, me comentó por encima los datos que sobre la felicidad habían dado en un programa de televisión, y en concreto, sobre el que, de alguna forma, nos ha unido a nosotros, los hijos. Al parecer estudios realizados en los últimos años señalan que ni la paternidad ni la maternidad aportan la felicidad. Es más, los padres y madres frente a los no-padres, presentan niveles significativamente más bajos de satisfacción: de satisfacción vital, de satisfacción marital y menos bienestar mental. Existen evidencias además de que las tensiones asociadas con la paternidad no sólo aparecen en el periodo de la crianza, cuando los hijos son física y económicamente dependientes sino que continúan cuando éstos han abandonado su casa.
Los estudios no vienen más que a corroborar lo que yo ya pensaba, no por experiencia propia (eso queda muy mal decirlo e incluso sentirlo) sino por pura lógica. “Algo” externo a nosotros, que no hace más que demandar cosas materiales, comportamientos o no-comportamientos determinados, y decisiones, comprometidas en muchos casos, tiene que ser por narices fuente de preocupación y tensión, y no, fuente de felicidad. Lo que siempre me ha hecho pensar es por qué nadie lo dice, por qué la presión social sobre la parejas, y en particular sobre las mujeres, nos obliga justo a hacer lo contrario, ocultando la verdadera realidad. Dicen los expertos que la creencia de que los hijos nos harán felices es una verdadera ilusión. Imaginar cómo sería ser padre o madre suele consistir en concentrarse sólo en las cosas buenas, y dejar de lado las malas y esto ocurre principalmente, porque se cree que experiencias como la primera sonrisa de un hijo o que éste se case nos colmarán de dicha. Añaden que la razón última por la que no se habla de los “inconvenientes” de la paternidad o de la maternidad sería que la creencia en que los “niños traen la felicidad” se transmite mucho mejor de generación en generación que la creencia en que “los niños traen la desdicha” . En definitiva, el interés por la expansión de la especie gana la batalla al interés por la felicidad de la especie.
No dudo de que tenemos un gen primitivo que hace que nos decantemos por la opción más complicada pero más "acorde" con la especie, pero a la vez opino que el ser humano es capaz de pensar y de valorar, y cualquiera se daría cuenta de que hoy nuestro planeta está superpoblado y nuestra especie no tiene mucha pinta de ir a desaparecer salvo que lo haga como consecuencia de nuestros propios actos. A pesar de no tener razón de ser, la Iglesia y los poderes reales de esta sociedad optan claramente, por razones económicas y morales, por seguir fomentando embarazos, y, tan bien lo hacen, que continúa siendo casi un tabú hablar de la opción contraria y un esfuerzo arduo decantarse por ella.
A riesgo de parecer políticamente incorrecto: Habrá alguna relación entre lo marginal y la abundancia de hijos? (Al margen del desconocimiento en cuestiones anticonceptivas) Esas mujeres están educadas-criadas en la exaltación de la maternidad. El estado de gravidez es el único momento en el que son tenidas en cuenta.
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