jueves, 20 de octubre de 2011

Paco el comunista

Tengo su cara perfectamente grabada en la memoria aunque hace ya unos cuantos años que murió. Sus rasgos oscuros parecían querer trasladarnos a Andalucía y a recientes antepasados árabes, pero cuando hablaba, no podía evitar ofrecer una enorme sonrisa y un acento muy fuerte de la Galicia más profunda. Él y su esposa, formaban parte de ese grupo que, a menudo, llamamos “amigos de la familia”.


Cuando era niña, ella, muy cariñosa, me llevaba a veces a la playa. Creo recordar que no tenían hijos y de alguna forma “adoptaban” a todos los que tenían cerca. Él, sin embargo, siempre se dirigía a mi padre, que normalmente ponía su cara más amable para intentar librarse de su discurso incansable. Con mis ojos y mi inocencia de niña de 8, 10, 12 años escudriñaba sus palabras y miradas porque desde el principio intuí que allí se hablaba de algo que incomodaba y, durante muchos años, Paco fue para esa niña, una especie de desequilibrado simpático que sufría algún tipo de trastorno desconocido que consistía en hablar siempre del mismo tema.


Tuvieron que pasar muchos años para que tuviera conocimiento de cuál era SU tema. El señor Paco fue acusado en el año 1946 de haber robado 175 pesetas, nueve chorizos, cuatro kilos de pan y unas botas. Siempre negó los cargos que se le imputaban y el fiscal no presentó ni pruebas ni testigos pero de nada le sirvió, ya que fue condenado a nada menos que 30 años de cárcel de los que llegó a cumplir 16. Todo parece indicar que la verdadera razón de su entrada en prisión fue su simpatía por el partido comunista y en general por las ideas de izquierda. Siempre defendió su inocencia y no dejó de luchar para limpiar su nombre hasta que el Estado reconoció su “error”. ¿La indemnización? 1.800.000 pesetas, en el año 1995, casi medio siglo después. En contra de lo que una se imagina el hombre estaba feliz: “El dinero es lo de menos. Lo importante es que tengo la satisfacción de ver limpio mi nombre y que ya puedo decir a todo el mundo, con la cabeza bien alta, que no soy un delincuente”


¡Admirable! Yo, en su lugar, estaría enfadada con el mundo.

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