Nos hemos acostumbrados a ser descorteses con la gente que nos aborda en la calle. Tememos el engaño o una encuesta de esas eternas. Tanto, que incluso evitamos aquello que nos puede interesar. Me pasó el otro día, que traté de sortear a un elemento intruso y sólo de refilón escuché que decía la palabra mágica "Algarrobico", la palabra mágica que te hace volver sobre tus pasos y devolverle una sonrisa a una persona que está trabajando por todas las demás, que está recogiendo firmas para conseguir la demolición de ese monstruo construido en pleno parque natural de Cabo de Gata. El tipo era argentino, (cómo no) y me devolvió otra sonrisa diciendome: "No ha sido muy difícil convencerte...."
Pero los humanos somos animales de costumbres sean éstas buenas o malas y cuando las cosas no funcionan como siempre, nos ponemos nerviosos. ¿Qué pasa cuando día tras día pasas por un sitio dónde abordan a gente pero por una razón que no acabas de entender no se dirigen a tí?
Llevo cuatro o cinco días pasando por la estación de Abando. El primer día los ví, los localicé con discrección y tambien con disimulo pasé por su lado, rápido, respetando la regla básica en estos casos: no cruzar la mirada, no mirarles a los ojos, para nada. Ni siquiera sé que querían, qué vendían.
Segundo día, misma táctica y vuelve a funcionar. Tercer día, misma táctica....igual. ¿Pero cómo es posible que me siga funcionando? ¿No será que soy yo la que no les interesa a ellos? ¿Pero por qué? Compruebo cual es su producto: tarjetas de crédito. Me ratifico en mi postura:no me interesa para nada pero ¿yo? ¿Por qué no les intereso? De repente me entran unas ganas incontrolables de hacerme visible, de que me la intenten vender y poder decirles que no, que no me interesa, que no voy hacer un contrato para una tarjeta, y que si estuvieran vendiendo libros tampoco me interesaría pero que yo, yo sí que les debería interesar a ellos.
Ya sé que estais pensando que no doy el perfil, que no creen que use tarjeta de crédito pero no. Ayer, cuando ya tenía escrito esto , una chica muy amable y con amplia sonrisa se dirigió a mí: "Perdone, ¿usted trabaja?" Yo, con otra sonrisa, satisfecha de haber captado por fin su atención: "No, lo siento, no me interesa....."
Bien, todo vuelve a la normalidad...
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