No puedo evitar sentir una admiración casi sin límites por este hombre, por su osadía, por su extravagancia, por su coherencia, y en general, por lo que algunos consideraban, su locura.
Este señor, en el año 1881, tuvo el atrevimiento y el valor de enviar una carta al nuevo zar, Alejandro III para, nada menos que, convencerle de perdonar a los asesinos de su padre,el zar Alejandro II, muerto a manos de miembros del partido revolucionario La Voluntad del Pueblo ( los 15 M de entonces, en versión radical). A pesar de formar parte de la nobleza, y saber las posibles consecuencias drásticas que aquello le podía acarrear se puso delante de un papel y le dijo a su zar cosas como éstas:
Su padre (...) fue inhumanamente mutilado y asesinado por personas que no eran sus enemigos personales, sino enemigos del orden imperante; lo mataron en aras de cierto bien supremo de toda la humanidad.
Usted seguramente alberga en el alma un sentimiento de venganza hacia esas personas por ser los asesinos de su padre y tambien un sentimiento de horror por la obligacion que ha tenido que echarse encima. Es imposible imaginar una situación más espinosa porque es imposible imaginar una mayor tentación del mal.
(...) No estoy hablando de sus obligaciones como zar. Antes que las obligaciones como zar están las obligaciones como ser humano y éstas deber ser las obligaciones del zar y han de coincidir con ellas. Dios no le preguntará si ha cumplido sus obligaciones como zar; (...), sino si ha cumplido sus obligaciones como ser humano.
¿Qué son los revolucionarios? Son personas que odian el orden existente de las cosas, lo encuentran malo y tienen en la cabeza las bases de un nuevo orden de cosas que será mejor. No se puede luchar contra ellos matándolos, destruyéndolos. No importa su número, importan sus ideas. Para luchar contra ellos, hay que luchar espiritualmente. Su ideal es el bienestar general, la igualdad y la libertad. Para luchar contra ellos, hay que ponerles enfrente un ideal que sea superior al suyo, que incluya el ideal que ellos tienen. (...) un ideal de amor, de perdón, del bien a cambio del mal.
Por supuesto, los revolucionarios fueron ejecutados y Tolstoi amplió de manera considerable su círculo de enemigos, pero a mí me sigue encantando su idealismo y su coherencia, y me espanta ver cómo la mayoría de nosotros, nos acomodamos en nuestras vidas, y ante las situaciones injustas que nos rodean, miramos para otro lado sin hacer nada de nada.
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