martes, 8 de marzo de 2011

Trabajar para vivir

Una de las cosas que más solivianta a mi madre, y supongo que a otras muchas madres y padres educados en el franquismo, es mi total y absoluta falta de interés por trabajar. Cuando alguien saca el tema de la lotería a relucir yo siempre digo que quiero exactamente ( y como mínimo) la cantidad que me permita dejar de trabajar. Esto saca a mi madre de sus casillas que me mira con una cara mezcla de asco, y de estupor por haber educado a semejante desecho para la sociedad: Hija, desde luego….tienes unas cosas…
A mí sinceramente esto me alucina. Me parece tan surrealista que no puedo entender que ellos mismos no se den cuenta de la contradicción. Porque no es que mi madre sea un bicho raro, no, es que es una opinión que se escucha con frecuencia y no sólo en elementos de otra generación, también en los de la mía.
Hace poco me comentaba un amigo que tiene la suerte de tener lo suficiente para vivir sin trabajar el resto de su vida que mucha gente le dice: pero…a tu edad…eres muy joven para dejar de trabajar….. ¡Dios mío!! ¡Nunca se es joven para dejar de trabajar!!!!

El discurso de que el trabajo dignifica que no sólo usó el franquismo, sino que sigue publicitándose hoy en día, ha calado en nuestras mentes haciéndose extrañamente fuerte. Fijaos en el anuncio ese de un autónomo que hablando figuradamente con el sol le dice algo así como: Quédate con nosotros un poco más que aún nos queda mucho por hacer. Todo esto por supuesto envuelto en un halo de buen rollo que te haría pensar los autónomos molan, son trabajadores, son piezas esenciales para la sociedad, para nosotros, y con qué alegría lo llevan, si no fuera porque tienes las cosas claras y sólo consigues pensar: qué pringaos...

Por eso cuando mi madre me dice a modo de argumento irrefutable, pues cuanta gente hay que en cuanto dejan de trabajar, se apagan y se mueren, yo siempre pienso para mis adentros, ¿no será que han estado muertos toda su vida y no se han dado cuenta hasta entonces?

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