lunes, 17 de enero de 2011

La vie en rose. París.

Trataba de convencerme el señorito B. el viernes noche, ante mi mirada atónita, de que París es una ciudad horrible. Como una respeta todas la opiniones, hasta cierto punto, y para no decirle que estaba claramente equivocado, le insinué que la opinión que uno tiene de una ciudad te la da fundamentalmente la impresión que te llevas de ella en tu primera visita y eso depende casi siempre de con quien lo hagas y para qué.

Mi primera vez en París fue para estudiar francés. Me alojé durante un mes en la Ciudad Universitaria. Era lo más chic que se podía imaginar hacer una chica de 18 años. Unas horitas de clase por la mañana y por la tarde pasear por París y acudir a fiestas en aquel ambiente intercultural e interracial.
Pero París es una ciudad romántica y es obligatorio enamorarse. Yo lo hice de un italiano estudiante de bellas artes, guapísimo, embaucador, simpático, que me dejaba boquiabierta hablándome y enseñándome libros de fotografía. Fueron apenas quince días pero por eso mismo, brutalmente intensos.
París, para mí, es aquel verano y sobre todo un paseo que dimos de noche por el Sena. Tuvimos la suerte de estar solos arriba en cubierta, lo recuerdo perfectamente, sentados en el suelo navegando casi en silencio por debajo de esos puentes iluminados. Son cosas que no se pueden ni se deben volver a hacer porque seguro te defraudan.

Aquel amor de verano, Stefano, intentó insistentemente que me fuera a vivir a Italia con él, cosa que evidentemente no hice. Más tarde, 15 años después, volvió a intentar localizarme. Se había separado y quería ver si había llegado el momento de que estuviéramos juntos y, aunque sólo tenía el teléfono de mis padres, consiguió encontrarme, eso sí, con mis mellizos recién nacidos entre mis brazos. No sé si fue París y aquel paseo, o que una es un diamante en bruto, pero hace más o menos un año, de nuevo me localizó, esta vez en el facebook. Se había trasladado a vivir a Madrid y quería saber qué era de mi vida y si podíamos vernos. Chateamos un par de veces pero en estos casos, no hay que dejarse engañar. Ni nosotros éramos los mismos ni Madrid es París.

He vuelto en varias ocasiones, una incluso coincidiendo con la hermana del señorito B. y nunca me ha decepcionado. París es una ciudad increíble, que se disfruta todavía más, si tienes a alguien a quien coger de la mano.

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