Son historias de personas anónimas , de personas que a nadie interesan. Es curioso, pero he tenido que escuchar en varias ocasiones y en diversos medios la noticia del atentado de Tucson para llegar a enterarme de que había otros muertos aparte de Gabrielle Giffords que, casualmente, no está muerta. Los demás no importan, son un número , son 6, son nada. Y eso que son norteamericanos. Si esto hubiera ocurrido en casi cualquier país de Africa ni nos hubiéramos enterado.
Por eso hoy quiero sacar del anonimato a una persona y contar su historia, una historia que me ha dejado, no sé como decirlo, confundida, atónita, incrédula, esta mañana.
Curiosamente empezó tal día como hoy del año pasado, primer día de cole, de trabajo, de propósitos, después de toda esta locura surrealista. Nada más llegar una compañera me comunicó que la hija de otro compañero, una cría de apenas 20 años, había muerto en esas Navidades. Celebraban su recuperación tras una difícil enfermedad. La quisieron ver curada, conquistada, superada pero sólo fue un mal diagnóstico y la chica murió en el mismo día de Nochebuena. Terrible noche. Fue una noticia dura para todos en la oficina, la muerte de cualquiera que tenga 20 años, además conocida y además en unos días así impresiona, pero es que su padre, nuestro compañero, era un tipo excepcionalmente amable, respetuoso con todos, alto, guapo, de esos que parecen nacer con una estrella y que además se la merecen.
Sé que no parece creíble, que puede parecer una historia de un escritor venido a menos pero hoy nada más llegar me han comunicado que había muerto. Un ataque al corazón. El día de Nochevieja. No aguantó más. No se había recuperado del todo después de aquella tragedia. Casualidad también, recuerdo haber salido con él del edificio justo antes de coger las vacaciones. En un acto reflejo das o respondes a un “Felices fiestas”…
Me he quedado sin palabras...
ResponderEliminarBuah, qué fuerte... las navidades son bastante asesinas, deberían de prohibirlas...
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