lunes, 18 de octubre de 2010

Gripe de mentiras

Yo quería tener una gripe de manual, de esas que te producen escalofríos, que te elevan la temperatura y te hacen perder casi el conocimiento, de esas que convierten tu cabeza en una masa acuosa indefinida y consiguen que se conecten todas tus fosas nasales, bucales y auditivas y que ninguna sirva para nada porque ni respiras, ni hueles, ni oyes, ni saboreas, y sobre todo, sobre todo, quería una gripe de las que exigen que te quedes en casita y que alguien, un alma caritativa permanezca a tu lado y te conceda todos los caprichos.

Pero mi gripe es una mierda de manual, no tiene personalidad, no se define, ni retrocede ni avanza. A veces parece que efectivamente va a hacerme caer en un peligroso y febril delirio y otras, me insufla ( uyy, esta palabra creo que nunca la había utilizado, es por la gripe, seguro..) una energía y una actividad mental tal que impide que me eche la siesta y me veo limpiando, leyendo o escribiendo durante un par de horas para volver a caer después en el más terrible de los agotamientos.

Esta gripe "de mentiras" y mi sentido castellano ( de Castilla la Vieja) de la responsabilidad no me han dejado faltar al trabajo. Me defiendo como puedo, un café con leche por aquí, unos klinex por allá, unos calcetines, una manta y unos poquitos mimos repartidos entre los de casa y los de la oficina. Con lo ricos que estaban esos enormes zumos de naranja que te preparaban de pequeña cuando estabas enfermita....

Otra vez, mis neuronas protestan, el rostro se calienta y mi cabeza pesa tres veces más que hace una hora. Decaigo, desfallezco, esa puñetera gripe vuelve a hacerse fuerte...


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