sábado, 9 de octubre de 2010

Triángulo de Amor Bizarro

Conozco a un tipo que controla probablemente todo el repertorio y vida de cada músico de jazz desde el principio de los tiempos. Tiene tan claro lo que le gusta y lo que no, lo que espera de un concierto, que aún habiendo pagado 25 o 30 euros, es capaz de abandonar el local a los 5 minutos de empezar la música: “más de lo mismo, no suena bien, para escuchar a este pianista, me voy a casa y escucho a tal”. La verdad, a mí esta actitud siempre me ha parecido un poco snob. Sobre todo, si tú estás disfrutando aunque sea mínimamente, se te queda la cara idiota oficial de “eres una persona sin criterio, no sabes lo que es bueno, escuchas bazofia”. La suerte es que me da exactamente igual su opinión y la de casi cualquiera sobre gustos musicales. Me pongo delante de quien esté tocando, lo conozca o no, e intento encontrar algo que me guste, a veces el sonido de un instrumento, a veces la letra, a veces la pasión de una cantante, a veces un ritmo que se te hace totalmente nuevo, reinventado para ti.

Pero por primera vez ayer no lo conseguí. No tenía ni idea de a quién iba a escuchar pero un concierto en directo siempre apetece si vas con gente maja y se espera un buen ambiente. Había muchos bailando, gritando, gente que se conocía sus temas y los cantaba pero yo no pude concentrarme en ver si con aquello podría llegar a disfrutar porque el sonido era tan malo que llegaba a mis oídos rebotando como si estuviéramos dentro de una especie de globo. Allí, el grupo, el equipo, la acústica del local o el técnico de sonido, alguno de ellos, era una basura. Y como ya llevaba 4 vinos en vena me acerqué al técnico para hacerle una pregunta-broma y saber si él era consciente o no de lo yo estaba escuchando.

-“Perdona, ¿tú eres su técnico, vas con ellos a todas partes?

-“ -asiente serio con un toque de orgullo en su pose.

-“¿Sabes que todavía no sé si cantan en castellano o en inglés ( o en cualquier otro idioma)?” -continúo jodiendo.

-“En castellano”, -me dice amable ignorando, o sin percatarse, de mi tono irónico.

- “Ya, es la acústica del local, que es mala, ¿no?”- le digo, intentando tranquilizar al chaval, que por supuesto pasa absolutamente de mí y de si se entiende o no el idioma en el que cantan.

- "Sí",-da por terminada la conversación mientras continúa moviendo botoncitos arriba, botoncitos abajo, poniéndose los cascos, quitándoselos, emocionado con su trabajo.

Yo, por mi parte, intento hacer un nuevo esfuerzo por apreciarles, por quererles, pero una idea obsesiva ya ha ocupado sin remedio mi mente: que los años, los meses, los días, los momentos van pasando rápido y cada vez tengo que ser más selectiva , que tengo que elegir exactamente cómo quiero pasar cada segundo. Me pregunto qué hago allí. Abandono la sala. Otra vez será.


1 comentario:

  1. ohhh y no cuentas nada del momento pasodoble.. pues a mí el concierto me gustó, con esa doble distorsión, la buscada y la accidental, que le venía muy bien al sonido sucio del grupo, lo siento por tí

    ResponderEliminar