miércoles, 6 de octubre de 2010

Pataleta

Vamos a imaginarnos que nos encontramos en un hipotético país donde los políticos toman decisiones basadas exclusivamente en el bienestar de sus clientes, que utilizan su tiempo pensando en cuál es la mejor forma de ayudar a la ciudadanía con los limitados recursos de que disponen, que no tienen en cuenta que si rescinden el contrato con “X”, pueden embarcarse en la contratación de la empresa “Y” que casualmente es de su primo hermano. Es decir, vamos a imaginarnos que el único objetivo que tienen en mente esos políticos es distribuir bien ese dinero entre las diferentes necesidades que tenemos.
Lo entiendo, aún quitándonos de la cabeza los favores recibidos y los “a proporcionar” debe ser una tarea complicada eso de repartir. Imagino que todo puede parecer necesario. Pero (aquí viene una palabra de mosqueo que empieza por cooooo y acaba por ño, o sea, coooooño), ¿cómo se puede recortar gastos en educación? No lo entiendo. Explíquenmelo, de verdad. La educación es la base de la futura sociedad. Podemos conseguir casi casi lo que queramos enseñándolo en las escuelas, en los institutos, con buen profesorado, con condiciones adecuadas, con el esfuerzo de toda la gente comprometida en avanzar. Pues aunque parezca increíble ayer me enteré de que entre los nuevos recortes acordados por nuestros sesudos representantes se ha establecido que en la escuela pública las bajas de los profesores no son cubiertas hasta el sexto día. Me parece vergonzoso. Ese es el derecho a la educación que tenemos. No sé si os podéis imaginar lo que supone. Si en el centro, el que sea, se ponen enfermos dos profesores no sólo es que los niños pierden tres sesiones de una o dos asignaturas más o menos básicas, sino que es posible que ni siquiera haya personal para cuidarlos, para mantener mínimamente tranquilos a una jauría de 22 niños y niñas de 12 años.
Si no hay intereses ocultos y no parece que en este caso pueda haberlos, sólo puedo entender que es un error garrafal, una metedura de pata enorme de un mal político, asesorado por un mal técnico en un mal día.
Quería terminar con una estupenda, lapidaria y amenazante frase "Y espero que recapaciten antes de que los padres, madres y profesorado nos echemos a las calles" pero acabo de recordar que sólo estaba imaginando, que ese país donde los políticos son honestos, y la gente se moviliza por defender sus derechos, y no para celebrar unos goles más o menos, no existe.

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