miércoles, 29 de septiembre de 2010

Piropos

Hace unas semanas un amigo me preguntaba incrédulo que si todavía los hombres decían piropos por la calle, que él hubiera jurado que eso eran cosas de otros tiempos. Puede que tuviera razón, puede que sean cosas de otros tiempos, que el hecho de que una tenga más de cuarenta me convierta en una cosa de otro tiempo y por eso se dirijan a mí hombres de otro tiempos pero que existen, existen.

La variedad de piropeadores es amplia pero hay una serie de rasgos comunes que a lo largo de los años he podido ir depurando:

  1. Casi todos parecen tener un coeficiente inferior a la media. Normalmente no vocalizan bien, sus rostros parecen reflejar su poca inteligencia con ojos demasiado juntos , frentes estrechas, no sé, siempre les encuentro un toque ( eso cuando les miro, claro, empecé a hacerlo ya de mayorcita)
  2. Son poco agraciados fisicamente. No recuerdo haber recibido un piropo de un pivón y si no lo recuerdo es que nunca lo he vivido, porque una no olvida si un Harrison Ford se dirige a ella aunque sea para insultarla.
  3. Reaccionan ante los mismos complementos y estilos de mujer. Olvídate de ser piropeada si no tienes el pelo largo y llamativo, si estás plana o la ropa que llevas ese día te hace parecerlo, si llevas zapato plano o no llevas minifalda. Obligatoriamente uno de esos elementos tiene que aparecer en tu aspecto final si quieres que uno de esos garrulos se dirija a ti. Nunca suelen referirse ni a los tacones ni al pelo pero hay muchas posibilidades de que los piropos hagan mención a la minifalda o a las tetas.
  4. Por último, son personas muy sinceras y observadoras, al menos cuando me piropean a mí.

Otro día me detendré en los diferentes tipos de piropeadores y formas de actuar que existen, porque ahora para ilustraros y justificaros el post de hoy, toca relataros el último piropo recibido, ayer mismito: una, yo, caminando por el Casco Viejo; otro, 60 años aproximadamente, calvo, bajito; se detiene como a tres metros de mí (paralizado por mi belleza, entiendo); me mira y afirma “Eres alta y bonita”; yo le miro perpleja y no consigo articular ni palabra ni sonrisa; me alejo tranquila; señor piropeador va quedando atrás balbuceando palabras que no acabo de distinguir excepto por un “cabrona” que se escucha claramente. Fin de la historia.

2 comentarios:

  1. A mí no me dicen nunca nada, tendré que probar lo de los tacones y el escote..

    ResponderEliminar
  2. Jaaa, llámame porfa, cuando lo hagas...

    ResponderEliminar